Ese aire espeso, irrespirable,
que no entra por ninguna hendija
de este cuerpo congelado.
Esa inexplorable sensación del anuncio
de la premonición y el cumplimiento,
de la desesperación de lo inevitable.
Ese golpe permanente y demencial
del segundero que repercute en el pulso
de la palpitación y la quietud.
Esa agotadora sensación
de haber puesto todas la fichas
y esperar a que una ruleta signe la suerte.
La agonía del que sufre,
y de todos los que irremediablemente
esperamos...
FUERZA y LUZ
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