sábado, 31 de mayo de 2014

Sólo lo que no se ve quedará...

0 Dejáme tu comentario
Algo así dijo ayer el cura mientras despedíamos a mi nono, puff resonaba eso en mi cabeza, cuántas veces nos preocupamos por cosas que ni valen la pena.

No pude sin embargo encontrar en ese momento el consuelo que necesitaba, más tarde sí, porque si bien la racionalización extrema de cada situación me permite atravesarlas a veces no soy inmune a que me golpeen y me dejen tambaleando.

Pensar que por un lado no sufre más, y está acompañado por otros que lo quisieron bien reconforta un poco mi dolor. Pero creo que son estos momentos donde más te planteas que hay después, no lo se, sólo espero que sea todo lo maravilloso que se merece.

Terrenalmente voy a extrañar horrores a ese ser magnífico que supo ser mi abuelo, que me quiso genuinamente y sin pretenciones, que habiendo sido criado en mundo absolutamente machista, adoró con devoción a sus cinco nietas y nos alentó a hacer cada cosa que nos hiciera feliz, a progresar, a alcanzar nuestros sueños.

Mi abuelo era una gran persona, y mi abuela también lo es, la fortalece de esta mujer no deja de conmoverme, espero que siga siendo tan activa y emprendedora como lo és, que sepa adaptarse a esta nueva realidad y que no se sienta jamás sola, porque todos nosotros estamos acá para ella, para darle nuestro amor y para alentarla para que haga todo lo que la hace feliz.

Que duras son las despedidas, creo que nadie puede encontrar una fórmula mágica para que se hagan más llevaderas.

Cuánto se extraña, cuánto que duele... no importa solo lo que no se ve quedará, y eso es absolutamente gigante y perdurará en mi hasta el fin de mi existencia, te quiero mucho nono, mucha luz en tu nueva morada!

miércoles, 28 de mayo de 2014

Mirá la nena que no llora

0 Dejáme tu comentario
Hace 20 años salía del vacunatorio de la mano de mi abuela, que me la sostenía firme y calentita y me felicitaba porque no había llorado nada después de que me dieran la BCG.
En la puerta nos cruzamos un nene que lloraba como un marrano y su madre le dijo mirá que la nena no llora... y pasaron 20 años y yo me acuerdo, que no había que llorar. Todo el camino de vuelta en el largo tramo que hicimos en el colectivo urbano me acordé que no había que llorar.

Más adelante la vida me demostraría que el dolor físico es a veces insoportable, como ese inesquivable pinchazo, pero casi nunca es más doloroso que el espiritual ese desgarrar del pecho, ese hueco imposible de llenar, el nudo en la garganta, la opresión más indecible, la desesperación sin consuelo.

Hoy soy grande, intento ser fuerte y no llorar, pero no puedo, me lo propongo de nuevo, hago fuerzas, no llores - no llores - no llores, pensá en algo lindo, no llores - no llores, se fuerte - no llores.

Pero no puedo, ando por los rincones llorando, porque el dolor de ver que el otro sufre me parte, y en especial cuando uno siente que ya no puede hacerse nada, soy de las que piensa que mientras menos sufrimiento hay que pasar mejor.

Mi abuelo está sufriendo, y yo no quiero eso para él.

Quiero recordarlo cómplice, robándonos la nariz, y cortándonos cubitos de queso y rodajas de chorizo, quiero acordarme de sus asados con achuras y morcillas crocantes como nos gustan a mi hermana y a mi, quejandose y siendo testarudo, abrazandonos y diciendonos que nos quiere.
Ese es mi abuelo, y siempre va a serlo, por favor Dios te pido que no sufra, no se la hagas más dificil, a él y a nosotros, egoistas de no saber dejarlo ir.

Y sí lloro, intento no quebrarme adelante de nadie, porque algunas veces somos nosotros los que debemos ser estacas para otros que ya no pueden con tanta carga. Así que lloro por los rincones, como dijeron anoche en guapas me lloro encima, pero solita y aguantando.

Mucha luz para vos nonito te quiero infinitamente